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RESTAURACIÓN DEL ALMA (I)

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Mensaje por Pay Miér Sep 28, 2011 8:42 am

RESTAURACIÓN DEL ALMA

UNA SALVACIÓN COMPLETA QUE REESTABLECE LA PAZ.
Jesús vino para que tuviéramos paz. El dijo a sus discípulos: “La paz os dejo; mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Tras resucitar, cada vez que se apareció a los suyos, les saludó de la misma manera: “Paz a vosotros” (Lucas 24:36; Juan 20:19; 21;26). En verdad esto es muy significativo, porque cuando el hombre cayó, el bien más precioso que perdió fue la paz. En Edén la humanidad perdió la paz con Dios, perdió la paz con los semejantes, comprometiendo las relaciones. El hombre perdió la paz consigo mismo, probando el caos en su propia alma.

Al morir en la cruz, Jesús canceló toda la maldición y abrió la posibilidad de que volviésemos a experimentar vida plena. Esto afectó a nuestro espíritu que fue vivificado y reconciliado con Dios (Romanos 5:10) y también a nuestro físico, pues El nos bendijo, con el derecho de gozar de salud, llevando nuestros dolores y enfermedades (Isaías 53:4). Sin embargo, todavía hay otra área en nuestra vida que puede y debe ponerse bajo los efectos de la cruz: nuestra alma.

1. SOMOS SERES TRIPARTITOS – Se dice que “somos un espíritu, tenemos un alma y habitamos en un cuerpo”. El ser humano está compuesto de tres dimensiones. Esta argumentación está revelada en la Biblia. Pablo escribió: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. (1 Ts 5:23). Según el apóstol, el propósito de Dios es santificarnos completamente, en todas las dimensiones de nuestra vida. Intentaremos definir y entender cada una de estas dimensiones:

* EL CUERPO – Sobre el cuerpo, no hay dificultad de entendimiento. Es nuestra estructura física, a veces en la Biblia es llamada carne (aunque haya otros sentidos para el término, como “gente” y “naturaleza pecaminosa”) A través del cuerpo nos relacionamos con el mundo físico. Es la sede de nuestras sensaciones. Todavía está sujeto a la corrupción y a la muerte hasta que Jesús vuelva a la tierra. Entonces nuestro cuerpo recibirá la inmortalidad que perdió debido al pecado y no podrá corromperse, enfermarse o envejecerse más (1 Corintios 15:2-54).

* EL ESPÍRITU – El espíritu es nuestra dimensión más intima y fundamental. Es lo que nos diferencia de todos los otros seres creados en la tierra. Fue hecho a la imagen de Dios. Cuando nos creó, el Señor dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26) Estas palabras no se refieren al cuerpo, sino al espíritu, porque “Dios es Espíritu” (Juan 4:24). En hebreo, el término es “ruah” traducido en la Biblia de muchas maneras (aliento, ánimo, Espíritu de Dios) El espíritu del hombre es un reflejo del propio Dios y debe estar íntimamente unido al Espíritu Santo. Cuando el hombre pecó en Edén, esta unión fue rota y quedó sin la vida de Dios. Por eso la palabra dice que “estábamos muertos en nuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1). Cuando recibimos la salvación en Cristo, fuimos vivificados y el Consolador vino a habitar en nosotros, uniéndose a nuestro espíritu y liberando la naturaleza divina en nuestro interior. ¡Eso es maravilloso” Jesús dijo que, como consecuencia de esa resurrección, nuestro espíritu está dispuesto (listo) (Mateo 26:41). Él es la parte perfecta que hay en nosotros, los que creemos, es el centro de mando del Señor en nuestras vidas. Nuestro gran desafío es dejar que el Espíritu de Dios nos dirija a través de nuestro espíritu., sujetando todos los deseos de la carne.

*EL ALMA – El alma, “psiqué” en griego y “nefesh” en hebreo, es el centro de las emociones, sentimientos, voluntad, memoria y razón de los seres humanos. Podemos señalar entre sus atributos el intelecto (la capacidad de razonar, recordar, imaginar y juzgar), la voluntad (capacidad de querer, de tener impulsos para determinadas acciones), la conciencia (voz interior que clasifica nuestras actitudes como ciertas o erradas) y el libre albedrío (derecho de poder escoger y tomar decisiones) El alma tiene una influencia muy grande sobre nosotros, por ser la parte de nuestro ser en la que sentimos. Nuestras emociones (gozo, tristeza, ánimo, desaliento, valor, miedo, etc) pueden nacer de un impulso del espíritu o de una experiencia física (en el cuerpo), pero se manifestarán a través del alma. Por eso, un alma restaurada tenderá a vivir bajo los impulsos del espíritu y por consiguiente, vivirá en paz. Si este alma está enferma, bloqueará la orientación del espíritu y vivirá a merced de las circunstancias externas o de sentimientos antiguos y costumbres corrompidas.

* EL ALMA NECESITA SANIDAD Y RESTAURACIÓN – Si el Espíritu ya está listo, salvo, restaurado, el alma del creyente todavía está en proceso de restauración. Cuando nacemos de nuevo, esto ocurre en el espíritu. Es en esta dimensión que podemos decir: “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). De hecho, fuimos lavados por nuestros pecados y religados a Dios. Sin embargo, nuestra alma y nuestro cuerpo estarán comenzando un proceso de restauración. La cruz liberó poder par que la vida plena de Dios se manifieste en estas dimensiones, pero esto siempre será resultado de la fe y de un proceso contínuo de sanidad y maduración.

LA NECESIDAD DE RENOVACIÓN DE LA MENTE.
Como vimos, nuestra alma necesita restauración y sanidad. Pablo lo llama “renovación del entendimiento o de la mente”. El escribió: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2) Es exactamente esto lo que todo cristiano necesita buscar. Su mente (podríamos decir “su alma”) es el resultado de todas las experiencias vividas a lo largo de su vida, buenas o malas. Estas determinaron su forma de pensar, de reaccionar, de sentir, y muchas veces eso ocurre con distorsiones, llevando la persona a no conseguir comportarse de la manera más saludable o equilibrada.

DISTORSIONES DE UN ALMA ENFERMA.
Un alma enferma o carente de restauración, manifiesta dificultades de vivir la abundancia de la vida cristiana. Esta abundancia, como ya indicamos, implica disfrutar de la paz en nuestra relación con Dios, con nosotros y con nuestros semejantes. Un cristiano maduro es aquel que conquistó esta experiencia. Sin embargo, la mayoría aún viven bajo la influencia de las distorsiones del alma. Es como si mirásemos la vida a través de una lente oscura o desenfocada. Mientras no seamos sanados, no conseguiremos alcanzar lo mejor de Dios:

1. DISTORSIÓN DE LA MANERA DE CÓMO VEMOS A DIOS – La manera como vemos a Dios es la base para una vida plena. Si logramos relacionarnos con El como un Padre bueno, generoso, justo, santo, misericordioso, lo que El realmente es, tendremos abundancia. Sin embargo, muchas personas desarrollan una visión torcida de Dios. Hay algunos que lo tienen como sumamente severo y alejado. Otros como un “bonachón” que no se molesta con nuestros pecados. Eso puede ser el resultado de una experiencia con un padre natural que falló en su misión.

Por ejemplo: hijos de padres excesivamente severos o violentos tienden a transferir esta imagen hacia Dios, el Padre Celestial.
Hay también algunos que adquirieron una visión falsa de Dios porque no asimilaron una experiencia triste en la vida.

Ejemplo: Una persona que perdió a alguien muy estimado o vio a su familia deshacerse, puede echar la culpa a Dios y a partir de este hecho, guardar rencor en su alma (muchas veces escondido en el inconsciente); eso le impide relacionarse libremente en su vinculación con Dios. Mientras esto no sea tratado y sanado, esta persona, aunque se convierta genuinamente, no vivirá la vida plena que Cristo delegó a los suyos.

2. DISTORSIÓN DE LA MANERA DE CÓMO NOS VEMOS A NOSOTROS MISMOS – La autoestima es muy importante en la vida del ser humano. La manera de cómo nos vemos determina nuestras reacciones ante la vida y nuestra forma de relacionarnos con los demás.

La palabra de Dios nos ordena “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39) Pues, si no nos amamos o no nos aceptamos, tendremos dificultad en amar a los demás.

Por conocer ese principio, Satanás intenta de todas las maneras tocar en nuestra autoestima lo más rápido que puede. Desde la niñez, somos heridos por rechazo, palabras negativas, fracasos, violencia, traición y tantas otras cosas que nos llevan a tener una visión pobre de nosotros mismos, perdiendo nuestra real identidad y asumiendo aquella que las circunstancias de la vida nos sugiere.

3. DISTORSIÓN DE LA MANERA DE CÓMO VEMOS A LOS DEMÁS – Cuando estamos enfermos en el alma podemos mirar a las personas de nuestro entorno con una visión torcida. Podemos volvernos personas desconfiadas en extremo, enfermamente tímidas, exageradamente dependiente de los demás, dominadoras o pasivas, dependiendo de la vida que llevamos.

La imagen de un padre injusto, por ejemplo, puede generar en nuestra alma un rechazo hacia cualquier persona investida de autoridad. Así que, una postura rebelde o independiente puede tener su origen en una niñez amarga.

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