¿Es el diablo un invento del período del Segundo Templo adoptado por el Nuevo Testamento?

¿ES EL DIABLO UN INVENTO DEL PERÍODO DEL SEGUNDO TEMPLO ADOPTADO POR EL NUEVO TESTAMENTO?

Los eruditos comúnmente sugieren que la figura de Satanás o el diablo como archienemigo de Dios es extraña al Antiguo Testamento. La razón, como hemos visto en nuestro estudio, es que (1) el término hebreo śāṭān no se utiliza como un nombre personal propio en el Antiguo Testamento, y (2) el término śāṭān nunca se aplica al rebelde original del Edén, la serpiente.
Estos puntos son obvios y no están en discusión en nuestro estudio. Sin embargo, la conclusión de que la figura de Satanás del período del Segundo Templo y el Nuevo Testamento es incompatible con el Antiguo Testamento es demasiado apresurada y exagerada. Nuestro estudio ha demostrado que, si bien el Antiguo Testamento en sí mismo no evidencia el perfil de la figura de Satanás que es prominente en textos posteriores, el material para ese perfil posterior se puede encontrar en el Antiguo Testamento. En otras palabras: los escritores posteriores conectaron los datos que encontraron en el Antiguo Testamento y aplicaron esos datos al rebelde original.
Sorprendentemente, pocos eruditos parecen haber tomado este enfoque directo (es decir, que los escritores judíos posteriores usaron el Antiguo Testamento como base para la figura de Satanás). Más bien, es más común que argumenten que la figura de Satanás del período del Segundo Templo fue un artificio que surgió después del exilio como resultado de la influencia del dualismo persa-zoroastriano. El resumen de Riley es representativo:

Sin embargo, durante y después del exilio babilónico, Israel fue influenciado por el dualismo cosmológico del zoroastrismo persa. Este sistema planteaba dos campos de guerra de seres espirituales encabezados por hermanos gemelos pero opuestos, el Dios Zoroastriano y el Diablo, que luchaban por la lealtad de los humanos en combates mortales. Para ayudar en la batalla, los dos habían producido ejércitos de espíritus menores, los ángeles y los demonios. En un importante texto, “el Maligno” declara a Dios: “Te destruiré a ti y a tus criaturas por siempre y para siempre. Y persuadiré a todas tus criaturas de que te odien y me amen”. La creación fue su campo de batalla y la era actual es la época de la guerra espiritual. Al final de esta era de conflictos, habría una batalla final en la que el Diablo y sus ejércitos serían derrotados y destruidos en un infierno ardiente, y una nueva creación y una nueva era comenzarían en la rectitud.

Hay tanto verdad como falacia en tal pensamiento. Por un lado, sería apresurado asumir que el zoroastrismo persa no contribuyó en nada al pensamiento judío del Segundo Templo. Nuestro estudio ha establecido que los escritores antiguos, incluyendo a los autores bíblicos, siempre fueron parte de su mundo intelectual. La providencia de Dios al prepararlos para la tarea de producir la Escritura significaba que eran parte de su mundo, no estaban aislados de su propio medio.
Por otra parte, es una exageración presumir que los elementos centrales de la idea de Satanás/el diablo que vemos en el judaísmo del Segundo Templo requerían creencias zoroástricas. ¿Es realmente coherente presumir que Israel por sí solo no tenía una concepción de un enemigo archisobrenatural de Yahveh antes del exilio? El tipo de monoteísmo intolerante presentado por los escritores del Antiguo Testamento requiere una oposición binaria en la perspectiva de los escritores bíblicos.
La cita anterior de Riley sugiere además una idea relacionada: que otros seres malignos sobrenaturales aparte de Satanás también derivan de la influencia zoroástrica. Esto es bastante exagerado. ¿Es realmente impensable que un escritor del Antiguo Testamento y sus lectores no puedan asociar la pérdida del Edén, iniciada por la serpiente, con la maldición de la enfermedad y la muerte? La noción de poderes sobrenaturales que llevan a los humanos al fracaso es común en la antigua religión del Cercano Oriente. Las historias de una o más deidades que impiden que los humanos obtengan la inmortalidad (es decir, los condenan a la muerte) son igualmente comunes. ¿Cómo es coherente (de nuevo) suponer que estas ideas son ajenas a los escritores del Antiguo Testamento hasta que se encontraron con el zoroastrismo?
La rebelión en el consejo divino por un grupo de deidades es mucho más antigua que el zoroastrismo. La historia de los Apkallu de Mesopotamia, el polémico objetivo de la segunda rebelión sobrenatural del Antiguo Testamento (Génesis 6:1–4), es anterior al zoroastrismo. La noción de rivalidad geográfica entre deidades –el concepto que subyace a la cosmovisión de Deuteronomio 32, la tercera rebelión divina de las Escrituras– es considerablemente más antigua que el zoroastrismo persa (y no depende de él). Para cualquiera que esté familiarizado con la antigua religión del Cercano Oriente estos puntos son obvios. ¿Debemos asombrarnos de que, dada la rebelión sobrenatural de Génesis 6:1–4, que se consideró que había proliferado la depravación entre la humanidad, y la cosmovisión geográfica cósmica de Deuteronomio 32:8–9, los israelitas pudieran concebir un conflicto espiritual continuo que un día sería decidido por Yahveh, el Altísimo? El zoroastrismo podría haber dado expresión a estos temas, pero no es responsable de su origen. La sugerencia de que el contenido que hemos observado en la literatura del Segundo Templo no podría haberse expresado sin el contacto con el zoroastrismo es injustificada.


Michael S. Heiser, Demonios: Lo que la biblia realmente dice sobre los poderes de las tinieblas (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2021), 251–253.